En las grandes llanuras en general, y a las orillas de sus ríos en particular, siempre se respira un extraño perfume, mezcla de calma, resignación y nostalgia... al menos eso fue lo que sentí en el momento a la sombra, en que hice la foto.
¿Quién no recuerda la emoción de la primer bicileta? Con ella nos ibamos a "comer el mundo"! Montados en ella experimentamos la emoción del descubrimiento y las travesías "off road".
A veces también venían los golpes, pero los valorábamos como medallas...
Las tardecitas de San Telmo tienen ese no se qué! Viste! Como las de Buenos Aires... por Arenales o por Defensa. Y me viene a la memoria el gran Aztor, don Horacio y la señora Amelita...
Luego de desayunar en el El Británico salimos con Mariela a pasear por el Parque Lezama. Entramos a la Iglesia Ortodoxa Rusa durante un servicio, pero ella tuvo que mirar desde una puerta por no llevar pollera (-Ortodoxos, sin duda, bromeó mi hija). Luego caminamos, hablamos de bueyes perdidos y de proyectos encontrados; finalmente se sentó a descanzar y yo saque la cámara...
Caminaba por San Juan... la casa estaba en ruinas, pero no lo suficiente como para disuadir a sus últimos moradores; esos que nos reemplazan cuando se opacan nuestros imperios y la selva o la fauna los recuperan para su historia.