Bueyes perdidos después del almuerzo... esos momentos en que no interesan ni a que vinimos ni a donde iremos en un rato. Sólo interesa esa modorra en la panza y en los ojos, ese calorcito del sol a través de la ropa. Por lo menos es lo que sentí esa tarde otoñal en la plaza de Mercedes, caminando luego de comer y antes de volver a tomar conciencia de mis ocupaciones
1 comentario:
¡Qué maravilla Juan!
Si algo adoro es sentarme al solcito a leer el diario, y que nadie me moleste. (O en un café, pero en la mesa del rincón, al lado de la ventana; aunque no miro por ella) Creo que con los años cada vez disfruto más de la soledad.
Besos
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